Nunca pensé en la caricia
como frontera.
Y tú del otro lado.
El continuo interrumpido,
como si se pudiera
frenar a la mañana,
ordenar al sol oscuridad,
silenciar la vida,
secar la catarata
que derrama, desde adentro,
el agua sembrada,
el alma a trozos.
Extenderé mi mano,
embajadora cómplice,
más allá del atardecer
que se vislumbra.
Sabrá encontrar tu ser,
y surgirá entonces,
ya no sola,
enamorada.
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